
Con este artículo pretendo, en la medida de lo posible, objetivar y aclarar la tan polémica cuestión: qué es humanizar a un perro, y si es bueno, o no.
Sobre esta cuestión se ramifican inmensidad de cuestiones, casos y particularidades que es imposible abordar en un único artículo. Por lo que la pretensión del mismo va más enfocada a tratar el tema desde un punto de vista generalista, atacando la raíz del conflicto y no los casos particulares derivantes de la nombrada raíz.
Para empezar, expondré lo que dice la RAE de los siguientes términos:
Humanizar: Hacer humano, familiar y afable a alguien o algo.
Humanización: Consiste en proporcionar cuidados a la persona de manera solidaria, digna, con respeto, empatía, teniendo en cuenta sus decisiones y sus valores.
Humanidad: De naturaleza humana. Conjunto de todos los seres humanos.
Al ver estas descripciones, es posible que surjan más dudas aún sobre el tema de la humanización del perro (y del resto de animales en general). Por eso, vamos a analizarlos poco a poco:
Humanizar (hacer humano a alguien o algo), es una gran virtud cuando se trata de dos seres humanos. Pues muestra sensibilidad y empatía hacia el otro. Pero cuando hablamos de humanos y de perros, la cosa cambia.
Un perro no es un humano, y no tiene las mismas necesidades, ni los mismos gustos, aunque la convivencia con nosotros, el proceso de domesticación, el hecho de ser mamíferos y de ser una especie social, les hace tener muchas cosas en común con los humanos.
Humanizar a un perro puede traerle graves consecuencias, que deterioren su estado físico y mental. Veamos algunos ejemplos:
Un perro no tiene la necesidad de ganar una competición (de lo que sea), recibir una medalla, cientos de likes y que sus RRSS crezcan. Eso es una necesidad o una aspiración humana. Y para conseguirla, instrumentalizamos al perro (que preferiría realizar actividades acordes a su naturaleza), disfrazando el evidente antropocentrismo de amor por los perros y por los animales (ya que en las fotos pondremos nuestra mejor sonrisa).
Otro caso, mucho más cotidiano, es el de hacer partícipe al perro en nuestro ocio. Obligándole a permanecer atado, tumbado o sentado en el suelo, mientras ve cómo decenas de personas y perros invaden su espacio vital, sin poder remediarlo.
En esta situación (que como decía al principio, es generalista y no aborda casos individuales), seguramente el perro prefiera disfrutar de la comodidad de haberse quedado en casa, o de que el plan fuese acorde a su ya nombrada naturaleza. Un plan que le permita desarrollarse como lo que es y no tener que esforzarse por ser un perro de cerámica, aguantando pacientemente a que nosotros terminemos de tomar el café, mientras nos ponemos al día con nuestro amigo, en la mesa de un bar.
Humanizar también es seleccionar individuos para orientar el destino de una raza hacia las preferencias humanas, aunque eso suponga un notable sufrimiento por parte del animal. La excusa de que las razas deben de prevalecer en el tiempo es, una vez más, una visión antropocéntrica y especista. Pues cuando la naturaleza obra por sí misma, hace a una especie caminar hacia un futuro funcional, eliminando patologías hereditarias, malformaciones y dificultades para adaptarse a un entorno (como puede ser una pigmentación antinatural del pelo).
Hay más ejemplos, pero lo importante es que se capte la esencia de lo que es humanizar a un perro.
Por otra parte, no es humanizarle el permitirle descansar en una cama, proporcionarle abrigo si no tiene la capa de grasa y pelo suficiente para soportar el clima de la zona geográfica en la que se encuentra, o considerarle miembro de tu familia (sobre el nuevo modelo de familia multiespecie hablaré más adelante, en otro artículo).
Vamos ahora con el siguiente término, humanización. Esta palabra la tenemos que mirar desde otro punto de vista. No del ser humano hacia el perro, si no del ser humano para con sí mismo. Ya que la humanización es la capacidad de ser solidario y de dignificar otra vida.
Y aquí reside una gran cuestión dada la sociedad en la que vivimos. ¿Hasta qué punto estamos los humanos deshumanizados? ¿Hasta qué punto hemos perdido esa solidaridad y la capacidad de otorgar dignidad a otra vida, aunque sea de otra especie?
Aquí tiene un gran peso el sistema capitalista que condiciona nuestras vidas y que nos moldea a su antojo, con afán de crecer más y más, aunque eso suponga devastar todo lo que se cruza en su camino.
La Dra. Nicole Shukin dice: “Si la vida animal está violentamente sujeta al capital, el capital depende inevitablemente de la vida animal, de modo que las interrupciones en el capital animal tienen el potencial de percusión a través de las cadenas biopolíticas de la vida de mercado. Una tarea del crítico del capital animal, entonces, es hacer visible su contingencia”.
Texto breve y esclarecedor si buscamos desenmascarar los intereses capitalistas que nos deshumanizan y que provocan que seamos sumamente crueles con el resto de animales. Y aquí, el ser humano, una vez más, juega con ventaja. Porque como dice Derrida: “Siempre el discurso del hombre; sobre el hombre, incluso sobre la animalidad del hombre, pero para el hombre y desde el hombre”
La Dra. Gabriela Balcarce expone lo siguiente:
“El resultado humanista de la operación cartesiana es el posicionamiento jerárquico de un tipo de viviente, a saber, el viviente humano entendido como varón cis, blanco, heterosexual, europeo, propietario, entre otras características no muy universales, por cierto. Este viviente humano posee un lugar de privilegio respecto del resto de los que no han sido considerados como tal. Este viviente se convierte en la norma”.
Esto que nos expone la Dra. nos muestra cómo a través de esa normatividad, hemos naturalizado el sufrimiento de los perros (y del resto de animales). Y también a través de esa norma, y a costa del malestar animal, hemos creado negocios y lobbies.
La misma Dra. describe la instrumentalización del cuerpo animal, como si de una herramienta se tratase: “Un umbral indivisible que supone límites infranqueables. Frente al espacio del yo, del pensamiento, lo vivo –el animal, pero también el cuerpo propio- estos últimos responden a las leyes de una naturaleza mecánica, eliminando así no solamente todo movimiento de una ipseidad, sino también la posibilidad misma de la respuesta racional, de la responsabilidad, quedando así lo viviente en el lugar de una mera reacción. El animal no responde, reacciona en la dinámica del estímulo -respuesta, de un determinismo sin libertad. Una máquina que profiere ruidos cuando se la golpea y que funciona de la misma manera que cualquier maquinaria , i.e., mediante mecanismos funcionales, repetibles, anticipables y dominables por un yo, siempre humano”.
A su vez, Derrida afirma que la tradición -filiación humanista no es solamente la que articula una mirada dominadora, domesticadora del animal, sino del otro en general. Mostrando, una vez más, la dominación humana sobre el animal (y sobre todo lo que le rodea), ignorando su subjetividad y su sintiencia.
Y por último, nos queda la palabra humanidad.
Humanidad es un término neutro, ya que se refiere a un conjunto de seres que pertenecen a una especie. Lo interesante, y realmente importante, es que la humanidad esté humanizada y cuente con la solidaridad y la empatía suficiente como para ver a seres diferentes sin el filtro del especismo, dotándolos así de todas las características psicofísicas que poseen de forma inherente y que nadie debería robarles.
Pedro Almansa.
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